Rechazo de los trasplantes de tejidos
El sistema inmunológico de mediación celular es asimismo responsable principalmente del reconocimiento y destrucción, esto es, del rechazo de los trasplantes de tejidos. En las superficies de todas las células nucleadas del organismo de un individuo se hallan las moléculas proteicas que son antigénicas, denominadas antígenos de histocompatibilidad. Los genes que codifican para estas proteínas son naturalmente heredados de los padres del individuo de tal manera que el grupo de antígenos de la descendencia es, en parte, similar al de los padres, pero no idéntico. Es claro que mientras más relacionadas están dos personas tanto más semejantes han de ser los antígenos, pero ninguna pareja de personas (a excepción de los mellizos iguales) posee grupos idénticos. Así pues, los antígenos de la superficie constituyen la base de la individualidad inmunológica.
Algunos de los instrumentos más preciados en la reducción del rechazo del trasplante son la radiación y las drogas que matan en forma activa los linfocitos en división y disminuyen por tal medio la población celular T. Desafortunadamente esto origina también disminución de las células B de tal manera que se disminuye la producción de anticuerpos y el paciente se hace sobremanera susceptible a la infección. Un método de mayor discriminación, actualmente en prueba, consiste en preparar e inyectarle al receptor anticuerpos contra sus células T; de esta manera se destruirían sus células T pero no sus células B. Muchos otros instrumentos se encuentran actualmente en proceso de desarrollo, y todos ellos dependen de una buena comprensión de la fisiología básica de las respuestas inmunológicas específicas. Como podría predecirse por la sección anterior, los receptores de injertos a los cuales se les administra algún medicamento para reducir su actividad de las células T presentan aumento de tendencia a desarrollar ciertos tipos de cáncer.
En relación con el problema general del rechazo de los injertos debe confesarse que es uno de los puntos aún no resueltos en el campo de la inmunología: ¿cómo les impide el cuerpo a sus propias células la producción de anticuerpos o linfocitos sensibilizados, o sea, cómo distingue entre los propios antígenos.y los ajenos? Parece que, en general, cualesquiera antígenos que se hallen presentes en la vida embrionaria y durante la vida inicial del neonato son reconocidos como propios, y contra ellos no se forman posteriormente en la vida anticuerpos ni linfocitos sensibilizados, después que han madurado los mecanismos inmunológicos específicos. Esto puede demostrarse engañando al embrión de la siguiente manera: se le inyectan a un embrión de rata durante su vida uterina células extrañas de rata; meses más tarde cuando al ratón maduro se le hace un injerto de la misma especie extraña, no se produce el rechazo.
La generalización que acaba de establecerse es naturalmente un hecho empírico, pero en ninguna forma constituye una explicación. La evidencia actual garantiza la generalización de que el timo está, como podría predecirse, mucho más comprometido en esta "impronta" del autorreconocimiento, aunque se desconoce la forma en que esto ocurre. El punto obviamente rebasa el interés académico puesto que podríamos lograr la tolerancia de los trasplantes a condición de haber comprendido debidamente el mecanismo mediante el cual se establece la tolerancia para los propios tejidos.
Reacciones a la transfusión y tipos sanguíneos
Las reacciones a la transfusión son un ejemplo especial de rechazo de tejidos; más todavía, ilustran el hecho de que los anticuerpos más bien que las células T sensibilizadas pueden ser a veces el factor principal que conduzca a la destrucción de las células no‑microbianas. Desde muy temprano se reconoció que la transfusión de sangre hecha a una persona era seguida rápidamente las más de las veces por una aglomeración y hemólisis de eritrocitos con la aparición de hemoglobina en el plasma. En caso de gravedad, se observaba asociación de ictericia, fiebre, y cierta variedad de lesiones tisulares debidas a la liberación de los contenidos de eritrocitos. Con la identificación de los antígenos superficiales de los eritrocitos, se demostró últimamente que la lesión de los glóbulos rojos era causada por la reacción de los antígenos y anticuerpos.
Entre las grandes cantidades de antígenos de la membrana de los eritrocitos, reconocemos todavía los A, B, y O, como los más importantes. Estos antígenos se heredan, particularmente los A y los B. De esta manera, un individuo dotado de los genes para A y O, o para B y O, ha de desarrollar únicamente el antígeno A o B. Según esto, los posibles tipos sanguíneos son A, B, O, y AB. Si se siguiera el patrón típico de inducción de anticuerpos, se esperaría que una persona de tipo A desarrollara anticuerpos contra las células de tipo B tan sólo si se le introdujeran en su cuerpo las células B. Sin embargo, lo que es atípico en este sistema es que, aun sin exposición inicial, la persona de tipo A tiene siempre una concentración plasmática alta de anticuerpos antiB. No se conoce la secuencia de eventos que durante la vida inicial conducen a la presencia de los denominados anticuerpos naturales en todas las personas de tipo A. De manera similar, las personas de tipo B tienen niveles altos de anticuerpo antiA; las personas de tipo AB no tienen obviamente anticuerpo antiA ni antiB; las personas de tipo O tienen ambos; los anticuerpos antiO no se encuentran generalmente en nadie.
Con esta información como base, ¿qué sucederá si a una persona de tipo A se le aplica sangre de tipo B? Hay dos incompatibilidades: (1) el anticuerpo antiB del receptor hace que las células de la transfusión sean atacadas, y (2) el anticuerpo antiA del plasma de la transfusión hace que las células del receptor sean atacadas. Esto último es por lo común de poca importancia, sin embargo, porque los anticuerpos de la transfusión quedan tan diluidos en el plasma del receptor que carecen prácticamente de eficiencia. Es la destrucción de las células de la transfusión la que produce la reacción de la transfusión. En la Tabla 15‑4 se observa el rango de posibilidades. Debe ser clara la razón de que las personas de tipo O reciban frecuentemente la denominación de donadores universales, mientras las personas de tipo AB sean receptores universales. Estos términos crean, sin embargo, confusión y peligro puesto que existe una gran cantidad de antígenos de eritrocitos y de anticuerpos plasmáticos
que son incompatibles, además de los de tipo ABO. La sangre del donante y del receptor deben pues aparearse cuidadosamente, a no ser que se trate de una emergencia grave.
Otro antígeno de gran importancia médica es el denominado factor Rh (cuyo primer estudio se hizo en el mono rhesus, de donde procede su nombre) del cual se sabe actualmente que constituye un grupo de antígenos de la membrana de los eritrocitos. El sistema Rh sigue el patrón inmunológico clásico en cuanto nadie desarrolla anticuerpos antiRh, a menos que se halle expuesto a las células de tipo Rh (denominadas generalmente células positivas Rh) de otra persona. Aunque esto puede ser un problema en una persona de Rh negativo, (o sea, que en sus células no tenga antígeno Rh) sujeta a transfusiones múltiples de sangre Rh positiva, su mayor importancia está en la relación de la madre con el feto (Figura 15‑26). Cuando una madre de Rh negativo porta un feto de Rh positivo, aparentemente algunos de los eritrocitos fetales pueden cruzar las barreras placentarias hacia el interior de la circulación materna, induciéndola a sintetizar anticuerpos antiRh. Estos, a su vez, cruzan la placenta hacia el interior del feto contra cuyos eritrocitos hacen que se lance un ataque. La hemólisis resultante puede ser suficientemente grave para matar el feto o producir anemia de alto grado. Más aún, en estos niños puede originarse una lesión cerebral irreversible. Por fortuna, tan sólo un 5 por ciento aproximado de las madres de Rh negativo producen realmente anticuerpos antiRh mientras portan un bebé de Rh positivo. Más todavía el primer niño está casi siempre a salvo, y son los embarazos posteriores los que se hacen más peligrosos por razón del elemento de memoria de los mecanismos inmunológicos. Además del problema del Rh, otras incompatibilidades maternas y fetales de los eritrocitos pueden producir una imagen similar.
TABLA 15‑4
Resumen de las incompatibilidades de tipo sanguineo ABO
Receptor | Donante | Incompatible ? | |
A o AB | A | No | |
B u O | A | Sí | |
BoAB | B | No | |
Au0 | B | Sí | |
A, B, o AB | AB | No | |
O | AB | Sí | |
A, B, AB, u O | O | No |
C.I:17.207.444
ELECTRONICA DEL ESTADO SÓLIDO.
II PARCIAL
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