lunes, 7 de febrero de 2011

IMPORTANCIA DE LA INMUNIDAD EN LOS TRANSPLANTES

 

Rechazo de los trasplantes de tejidos

El sistema inmunológico de mediación celular es asimismo responsable principalmente del reconocimiento y destruc­ción, esto es, del rechazo de los trasplantes de tejidos. En las superficies de todas las células nucleadas del organismo de un individuo se hallan las moléculas proteicas que son antigé­nicas, denominadas antígenos de histocompatibilidad. Los genes que codifican para estas proteínas son naturalmente heredados de los padres del individuo de tal manera que el grupo de antígenos de la descendencia es, en parte, similar al de los padres, pero no idéntico. Es claro que mientras más relacionadas están dos personas tanto más semejantes han de ser los antígenos, pero ninguna pareja de personas (a excepción de los mellizos iguales) posee grupos idénticos. Así pues, los antígenos de la superficie constituyen la base de la individualidad inmunológica.

Cuando el tejido se trasplanta de un individuo a otro, aquellos antígenos de la superficie que difieren de los del receptor son reconocidos como extraños y son destruidos por las células T en circulación, las cuales se sensibilizan res­pecto de ellos. Como en el caso de la respuesta a las células cancerosas, las células extrañas pueden estimular también la secreción de anticuerpos "de bloqueo" circulantes; si esto ocurre se amplían las posibilidades de supervivencia para el injerto. Nótese que, en inmunología, un fenómeno es desea­ble o indeseable según el punto de vista; el crecimiento tumo­ral es indeseable, mientras es deseable la facilitación del trasplante.

Algunos de los instrumentos más preciados en la reduc­ción del rechazo del trasplante son la radiación y las drogas que matan en forma activa los linfocitos en división y dismi­nuyen por tal medio la población celular T.  Desafortunada­mente esto origina también disminución de las células B  de tal manera que se disminuye la producción de anticuerpos y el paciente se hace sobremanera susceptible a la infección. Un método de mayor discriminación, actualmente en prueba, consiste en preparar e inyectarle al receptor anticuerpos con­tra sus células T; de esta manera se destruirían sus células T pero no sus células B. Muchos otros instrumentos se encuen­tran actualmente en proceso de desarrollo, y todos ellos de­penden de una buena comprensión de la fisiología básica de las respuestas inmunológicas específicas. Como podría pre­decirse por la sección anterior, los receptores de injertos a los cuales se les administra algún medicamento para reducir su actividad de las células T presentan aumento de tendencia a desarrollar ciertos tipos de cáncer.

En relación con el problema general del rechazo de los injertos debe confesarse que es uno de los puntos aún no resueltos en el campo de la inmunología: ¿cómo les impide el cuerpo a sus propias células la producción de anticuerpos o linfocitos sensibilizados, o sea, cómo distingue entre los pro­pios antígenos.y los ajenos? Parece que, en general, cuales­quiera antígenos que se hallen presentes en la vida embriona­ria y durante la vida inicial del neonato son reconocidos como propios, y contra ellos no se forman posteriormente en la vida anticuerpos ni linfocitos sensibilizados, después que han ma­durado los mecanismos inmunológicos específicos. Esto puede demostrarse engañando al embrión de la siguiente manera: se le inyectan a un embrión de rata durante su vida uterina células extrañas de rata;  meses más tarde cuando al ratón maduro se le hace un injerto de la misma especie extraña, no se produce el rechazo.

La generalización que acaba de establecerse es natural­mente un hecho empírico, pero en ninguna forma constituye una explicación. La evidencia actual garantiza la generaliza­ción de que el timo está, como podría predecirse, mucho más comprometido en esta "impronta" del autorreconocimiento, aunque se desconoce la forma en que esto ocurre. El punto obviamente rebasa el interés académico puesto que podría­mos lograr la tolerancia de los trasplantes a condición de haber comprendido debidamente el mecanismo mediante el cual se establece la tolerancia para los propios tejidos.

Reacciones a la transfusión y tipos sanguíneos

Las reacciones a la transfusión son un ejemplo especial de rechazo de tejidos; más todavía, ilustran el hecho de que los anticuerpos más bien que las células T sensibilizadas pueden ser a veces el factor principal que conduzca a la destrucción de las células no‑microbianas. Desde muy temprano se reco­noció que la transfusión de sangre hecha a una persona era seguida rápidamente las más de las veces por una aglomera­ción y hemólisis de eritrocitos con la aparición de hemoglo­bina en el plasma. En caso de gravedad, se observaba aso­ciación de ictericia, fiebre, y cierta variedad de lesiones tisula­res debidas a la liberación de los contenidos de eritrocitos. Con la identificación de los antígenos superficiales de los eritrocitos, se demostró últimamente que la lesión de los glóbulos rojos era causada por la reacción de los antígenos y anticuerpos.

Entre las grandes cantidades de antígenos de la mem­brana de los eritrocitos, reconocemos todavía los A, B, y O, como los más importantes. Estos antígenos se heredan, par­ticularmente los A y los B. De esta manera, un individuo dotado de los genes para A y O, o para B y O, ha de desarrollar únicamente el antígeno A o B. Según esto, los posibles tipos sanguíneos son A, B, O, y AB. Si se siguiera el patrón típico de inducción de anticuerpos, se esperaría que una persona de tipo A desarrollara anticuerpos contra las células de tipo B tan sólo si se le introdujeran en su cuerpo las células B.   Sin embargo, lo que es atípico en este sistema es que, aun sin exposición inicial, la persona de tipo A tiene siempre una concentración plasmática alta de anticuerpos antiB. No se conoce la secuencia de eventos que durante la vida inicial conducen a la presencia de los denominados anticuerpos naturales en todas las personas de tipo A. De manera similar, las personas de tipo B tienen niveles altos de anticuerpo antiA; las personas de tipo AB no tienen obviamente anti­cuerpo antiA ni antiB; las personas de tipo O tienen ambos; los anticuerpos antiO no se encuentran generalmente en nadie.

Con esta información como base, ¿qué sucederá si a una persona de tipo A se le aplica sangre de tipo B? Hay dos incompatibilidades: (1) el anticuerpo antiB del receptor hace que las células de la transfusión sean atacadas, y (2) el anticuerpo antiA del plasma de la transfusión hace que las células del receptor sean atacadas. Esto último es por lo común de poca importancia, sin embargo, porque los anti­cuerpos de la transfusión quedan tan diluidos en el plasma del receptor que carecen prácticamente de eficiencia. Es la des­trucción de las células de la transfusión la que produce la reacción de la transfusión. En la Tabla 15‑4 se observa el rango de posibilidades. Debe ser clara la razón de que las personas de tipo O reciban frecuentemente la denominación de donadores universales, mientras las personas de tipo AB sean receptores universales. Estos términos crean, sin em­bargo, confusión y peligro puesto que existe una gran canti­dad de antígenos de eritrocitos y de anticuerpos plasmáticos

que son incompatibles, además de los de tipo ABO. La sangre del donante y del receptor deben pues aparearse cuidadosa­mente, a no ser que se trate de una emergencia grave.

Otro antígeno de gran importancia médica es el denomi­nado factor Rh (cuyo primer estudio se hizo en el mono rhesus, de donde procede su nombre) del cual se sabe ac­tualmente que constituye un grupo de antígenos de la mem­brana de los eritrocitos.  El sistema Rh sigue el patrón inmuno­lógico clásico en cuanto nadie desarrolla anticuerpos antiRh, a menos que se halle expuesto a las células de tipo Rh (denominadas generalmente células positivas Rh) de otra persona. Aunque esto puede ser un problema en una persona de Rh negativo, (o sea, que en sus células no tenga antígeno Rh) sujeta a transfusiones múltiples de sangre Rh positiva, su mayor importancia está en la relación de la madre con el feto (Figura 15‑26). Cuando una madre de Rh negativo porta un feto de Rh positivo, aparentemente algunos de los eritrocitos fetales pueden cruzar las barreras placentarias hacia el inte­rior de la circulación materna, induciéndola a sintetizar anti­cuerpos antiRh. Estos, a su vez, cruzan la placenta hacia el interior del feto contra cuyos eritrocitos hacen que se lance un ataque. La hemólisis resultante puede ser suficientemente grave para matar el feto o producir anemia de alto grado. Más aún, en estos niños puede originarse una lesión cerebral irreversible. Por fortuna, tan sólo un 5 por ciento aproximado de las madres de Rh negativo producen realmente anticuer­pos antiRh mientras portan un bebé de Rh positivo. Más todavía el primer niño está casi siempre a salvo, y son los embarazos posteriores los que se hacen más peligrosos por razón del elemento de memoria de los mecanismos inmuno­lógicos. Además del problema del Rh, otras incompatibilida­des maternas y fetales de los eritrocitos pueden producir una imagen similar.

TABLA 15‑4

Resumen de las incompatibilidades de tipo sanguineo ABO

Receptor

Donante

Incompatible ?

A o AB

A

No

B u O

A

BoAB

B

No

Au0

B

A, B, o AB

AB

No

O

AB

A, B, AB, u O

O

No

 
GERARDO A. ROMERO LUNA
C.I:17.207.444
ELECTRONICA DEL ESTADO SÓLIDO.
II PARCIAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario