lunes, 7 de febrero de 2011

TIPOS DE INMUNIDAD

Inmunidad activa y pasiva

Hemos estado exponiendo la formación de los anticuerpos sin tener en cuenta el curso de los eventos en el tiempo. La respuesta de la maquinaria productora de anticuerpos a la invasión por parte de un antígeno extraño varía enormemente según haya habido una exposición anterior a ese antígeno. La respuesta de los anticuerpos al primer contacto con un antí­geno microbiano ocurre lentamente en un lapso de varios días, mientras permanece por largos períodos de tiempo al­gún anticuerpo circulante, pero una infección subsiguiente provoca una descarga inmediata y acentuada de anticuerpos específicos (Figura 15‑25). Es evidente que este tipo de "me­moria" aumenta en gran manera la resistencia cuando se presenta una infección subsiguiente con determinado mi­croorganismo. Tal resistencia producida por el contacto real con microorganismos y sus toxinas u otros elementos antigé­nicos, se denomina inmunidad activa. Antes de los tiempos modernos, la única manera de desarrollarla inmunidad activa consistía en sufrir realmente una infección, pero hoy se utiliza cierta variedad de técnicas médicas, o sea, la inyección de vacunas o derivados microbianos. El material que propia­mente se inyecta pueden ser cantidades pequeñas de micro­bios vivos o debilitados, por ejemplo, la vacuna del polio, cantidades reducidas de toxinas, o materiales antigénicos inofensivos derivados del microorganismo o de su toxina. El principio general es siempre el mismo: la exposición del cuerpo al agente origina la inducción de la maquinaria sinteti­zadora de anticuerpos requerida para la respuesta rápida y efectiva a la posible infección futura por parte de determinado organismo. Debe advertirse, sin embargo, que no todos los microorganismos inducen la inmunidad activa. Respecto de muchos microorganismos no se presenta en la respuesta de los anticuerpos el elemento de la memoria, y la formación de anticuerpos sigue el mismo curso temporal sea cual fuere la frecuencia con que el cuerpo se ha infectado con determinado microorganismo.

Un segundo tipo de inmunidad conocida como inmunidad pasiva, es simplemente la transferencia directa de anticuer­pos de formación activa de una persona (o animal) a otra, recibiendo ésta de ese modo anticuerpos preformados. Este intercambio ocurre normalmente entre el feto y la madre a través de la placenta, y es una fuente importante de protec­ción para el niño durante los primeros meses de vida cuando ‑su propia capacidad de síntesis  de antícuerpos es relativa­mente escasa. El mismo principio se utiliza en el campo clínico cuando a una persona se le administra la antitoxina específica o la globulina gama concentrada, por encontrarse expuesta al sarampión, hepatitis, o tétano, o estar ya su­friendo de cualquiera de tales enfermedades. La protección de esta transferencia pasiva de anticuerpos es relativamente corta, reduciéndose de ordinario a unas pocas semanas. El procedimiento no carece de peligro, dado que los anticuerpos inyectados (a menudo de origen no‑humano) pueden servir en sí mismos de antígenos, al provocar la producción de anticuerpos activos por parte del receptor, y posiblemente respuestas alérgicas considerables.

Inmunidad de mediación celular

Los linfocitos T son responsables de la inmunidad de media­ción celular. Con la exposición inicial a un antígeno apropiado, una clona de células T llega a "sensibilizarse" respecto de ese antígeno determinado. No está claro el mecanismo mediante el cual ocurre esto pero le da al linfocito la capacidad deliberar en forma local una batería poderosa de sustancias químicas cuando el linfocito encuentra nuevamente ese antígeno y se combina con él (el antígeno se combina con los sitios recepto­res de la superficie de la célula T sensibilizada). Debemos destacar una diferencia geográfica importante entre la función de las células T y la de las células B. Los anticuerpos son secretados por la descendencia de las células B localizadas en los ganglios linfáticos y otros órganos linfoides muy aleja­dos del sitio de la invasión, y llegan a éste por la vía sanguí­nea; por el contrario, las células T viajan al sitio de la invasión donde, al combinarse con el antígeno, liberan sus sustancias químicas.

Como ocurre con el sistema B, algunos de los linfocitos sensibilizados (se denotan con dicho término específica­mente las células T) no participan realmente en la respuesta inmunológica pero sirven de "banco de memoria" que acelera y amplía en gran manera la respuesta inmunológica si la persona llega a quedar expuesta nuevamente al antígeno específico. La inmunidad activa existe pues para las respues­tas inmunológicas de mediación celular lo mismo que para las respuestas de los anticuerpos. ¿Cómo puede inducirse la inmunidad pasiva en este sistema? Esto puede hacerse me­diante la administración de linfocitos sensibilizados tomados de una persona (o animal) previamente infectada.

Las sustancias químicas, liberadas cuando los linfocitos sensibilizados se combinan con el antígeno específico, matan directamente las células extrañas y actúan además como sistema de ampliación para la facilitación de la respuesta inflamatoria y la fagocitosis. Así pues, la inmunidad de media­ción celular es análoga a la inmunidad humoral en cuanto sirve en gran parte para ampliar y hacer más eficientes los mecanismos de defensa no‑específicos provocados ya por el material extraño. La diferencia principal consiste en que la inmunidad humoral utiliza un grupo circulante de proteínas plasmáticas (el sistema del complemento) como sistema principal de ampliación, mientras las células T literalmente producen y secretan su propio sistema químico de amplia­ción.

Como podría predecirse, algunas de estas sustancias químicas son factores quimiotácticos. Estos sirven para atraer al área sólo algunos neutrófilos pero una cantidad mucho mayor de monocitos. Estos se convierten en macrófagos y empiezan su tarea de fagocitosis. Pero los linfocitos van un paso más allá: no solamente secretan factores quimiotácticos para atraer los futuros macrófagos; secretan otra sustancia que mantiene los macrófagos en el área y los estimula a una actividad fagocítica mayor (y por cierto se los denomina ma­crófagos "furiosos"). Además de facilitar de esta manera la eliminación de las células destinatarias, los linfocitos secretan las denominadas citotoxinas, capaces de matar directamente células destinatarias, es decir, sin que haya fagocitosis. He aquí otra analogía con el sistema del complemento, el cual puede destruir directamente las células, como también facili­tar la fagocitosis.

La lista de sustancias secretadas por los linfocitos sensibi­lizados al ocurrir la combinación con el antígeno específico no es de manera alguna completa. Parece haber muchas otras sustancias químicas cuyas funciones se investigan en la ac­tualidad. Por ejemplo, se sabe que el interferón es liberado en gran cantidad por estas células.

Podemos resumir ahora la interacción entre los mecanis­mos inmunológicos no‑específicos y los específicos, en la resistencia a la infección. Cuando un microbio es encontrado por primera vez, los mecanismos de defensa no‑específicos le impiden la entrada, y si la logra intentan eliminarlo por fagocitosis. Simultáneamente, los antígenos que se encuen­tran en material extraño inducen el desarrollo final de clonas celulares específicas capaces de la producción de anticuer­pos o de respuestas inmunológicas de mediación celular, o de ambas. Si las defensas no‑específicas logran el éxito rápida­mente, es posible que estas respuestas inmunológicas espe­cíficas jamás desempeñen un papel importante. Si el éxito es sólo parcial, es posible que la infección persista por un tiempo suficientemente largo para que lleguen a la escena cantida­des significativas de anticuerpos o de células T sensibiliza­das, o de unos y otras; el anticuerpo activa su sistema químico de ampliación ‑o sea el complemento‑ que no solamente amplía la fagocitosis sino también destruye directamente las células extrañas. Las sustancias químicas liberadas por las células T sensibilizadas desempeñan funciones similares. En cualquiera de los dos casos, todos los encuentros subsiguien­tes con ese microbio se asociarán con la misma secuencia de eventos, con la diferencia básica de que las respuestas inmu­nológicas específicas se ponen en juego mucho más pronto y con mucha mayor fuerza, es decir, la persona goza de la inmunidad activa contra ese microbio.

 GERARDO A. ROMERO LUNA
C.I:17.207.444
ELECTRONICA DEL ESTADO SÓLIDO.
II PARCIAL

 

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